Dios ha preparado la victoria para
ti.
La palabra de Dios nos dice en Éxodo
17:10-11 “E hizo Josué como le dijo Moisés, batallando contra Amalec; y Moisés
y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y acontecía que cuando alzaba
su mano Moisés, Israel prevalecía; más cuando su mano bajaba, Amalec prevalecía”.
Dios es nuestro escudo y fortaleza,
es él quien pelea por nosotros. La palabra de Dios nos enseña en el capítulo 17
de Éxodo la batalla entre Israel y el pueblo de Amalec, pueblo que se convirtió
en enemigo de Israel.
Como podemos ver en la Escritura
hasta ese momento el Señor mismo ha peleado por Israel directamente y ha
derrotado a todos sus enemigos, de manera que no había usado armas, tampoco ha
tenido que pelear físicamente contra el enemigo.
(Te invito a leer: Sermones escritos para predicar).
Sin embargo en este momento el pueblo
de Israel hace frente a Amalec y su ejército, Josué es delegado por Moisés para
liderar el ejército hebreo. Debemos tener presente que muchas batallas Dios las
realiza directamente a favor de su pueblo, pero hay otras que debe enfrentar su
pueblo, por supuesto con su dirección, poder y ayuda.
En nuestra vida de fe es muy importante considerar las adversidades como grandes oportunidades para ser testigos del poder y de la gloria de Dios; también son situaciones en las que debemos crecer como guerreros espirituales del ejército de Dios.
Como nos enseña la Biblia Moisés
ayudado por Aarón y Hur sostuvo firmemente su mano hasta que el ejército de Amalec
fue vencido.
La conquista de la tierra prometida exigiría
múltiples batallas, por eso podemos ver la batalla contra Amalec como una
oportunidad preparada por Dios para formar, equipar y adiestrar a su pueblo, y
así conquistar la tierra de la abundancia que el Señor les había prometido.
(Te invito a leer: Sermones escritos para predicar).
Debemos tener presente que, como
hijos de Dios, en nuestra vida nada sucede por accidente, el Señor sabe lo que
hace y permite, sólo confía en él y persevera. Dios cumplirá su propósito en
ti..
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria
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