Dios restituye lo que se ha perdido.
Joel 2:18, 23-26.
“Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo… Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro
Dios; porque os ha dado la primera
lluvia a su tiempo, y hará descender
sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio.
Las eras se llenarán
de trigo, y los lagares rebosarán de
vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón,
el revoltón y la langosta, mi
gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro
Dios, el cual hizo maravillas con
vosotros; y nunca jamás será mi pueblo
avergonzado”.
Cuando el pueblo de Dios se vuelve a él, el Señor misericordioso atiende
el clamor de sus hijos. Dios promete retornar la lluvia y como resultado las
cosechas serán abundantes. Los campos se llenarán de trigo, las viñas tendrán
grandes y abundantes racimos de uvas y los olivos darán aceitunas en
abundancia, por tanto habrá aceite en gran cantidad.
El versículo veinticinco nos dice: “Os restituiré los años…”. Frase muy
interesante que nos enseña que a veces el enemigo consume los años, hablamos de
aquel tiempo en el que no se ha podido avanzar en el plan de Dios, ha habido un
estancamiento y sólo se ha vivido esterilidad y malos resultados.
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Pero como resultado de volverse a Dios, el Señor restituirá los años
perdidos. “Restituir” se traduce del hebreo “shalam” que además significa:
restaurar, recompensar, premiar, reembolsar. Entonces Dios trae bendición que
recompensa lo perdido, en este caso es una inmensa retribución por lo que ha
sido dañado o se ha perdido.
Promete Dios no sólo bendición material, sino un mover nuevo y fresco
del Espíritu Santo sobre sus hijos: Joel
2:28-29. Vemos en este pasaje diversas manifestaciones del Espíritu Santo,
como son la profecía, los sueños, las visiones, y una renovación de la unción
sobre aquellos que sirven a Dios.
Reflexión
final: Dios es bueno y no desampara a sus hijos
aun en los tiempos más duros y difíciles. Nuestra actitud no debe ser
enojarnos, ni murmurar contra él, más bien debemos buscar su rostro y aceptar
que él siempre tiene la razón.
Escrito por pastor Gonzalo Sanabria.
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